Soy malo



Para todos aquéllos que me teníais por una buena persona, puede que leer este artículo sea, más aún que una mera decepción, un contundente puñetazo en el estómago. Para quienes sospechábais de la existencia de un perverso gen maligno en mi personalidad, puede que aquí halléis la evidencia que andábais buscando. Porque anoche, amigos y amigas, disfruté como un enano. ¡¡¡El Real Madrid, el Mejor Club de Fútbol del Siglo XX (ja), el autoproclamado Mejor Equipo del Mundo (jajaja), eliminado de la Copa del Rey a las primeras de cambio y, lo que es peor, humillado por un modesto Segunda B!!! El "alcorconazo" pasará a los anales de la Historia no sólo como la última encarnación del mito de David contra Goliat, sino como imborrable bofetón en la mejilla del Sr. Florentino Pérez, que, incapaz de asumir los éxitos del Barcelona, pensó que la solución a todos los males merengues pasaba por comprar todo aquéllo que no se sabe fabricar (la calidad, el talento, el arte). Porque, por muy buenos jugadores que haya fichado (a precio de oro, éso sí), no ha logrado formar un verdadero equipo. No existe unidad, ni equilibrio, ni compañerismo. Ni siquiera un director de orquesta capaz de conseguir que sus excelentes instrumentistas interpreten al unísono la melodía apropiada. Como he dicho antes, la millonada estratosférica e inmoral que ha desembolsado Florentino perseguía, prioritariamente, eclipsar los logros futbolísticos del proyecto culé liderado por una persona sencilla e inteligente como Pep Guardiola. Basta recordar cómo todas las ruedas de prensa que dio el Sr. Pérez en las postrimerías de la temporada pasada coincidían, casualmente, con los días después de las victorias del Barça, lo cual implica tres cosas: primera, Floren pretendía deslucir los méritos de Messi y compañía; segunda, dado que, lógicamente, sus apariciones públicas estaban programadas con antelación, el hombre estaba dando por hecho que su acérrimo enemigo iba a adjudicarse los títulos en disputa; y tercera, su monomanía no era tanto devolver la gloria al Real Madrid como arrebatársela al Barcelona. Yo nunca he sido madridista, pero tampoco había sido tan antimadridista como soy y me confieso ahora. Y toda, toda la culpa es de don Florentino Pérez. De él y de los Manolo Lama, Tomás Guasch, Tomás Roncero y demás merengones de corazón, que confunden sus preferencias personales con prepotentes y grandilocuentes juicios de valor tan petulantes como ridículos, y que, incapacitadas sus mentes para asimilar que un equipo vestido de azul y grana jugase mejor que ellos, mejor que nadie, prefirieron acechar su declive como buitres, y, como hienas enloquecidas, acuñaron aquel despropósito acerca del "canguelo" que supuestamente experimentaban los de Guardiola al ver que los blancos acortaban distancias y que, justa y poéticamente, culminó en un chorreo histórico (2-6 en el Bernabeu). ¿Quién se cagó anoche, Tomás Guasch? Yo lo que me quedé fue ronco de tanto gritar "¡Alcorcón, Alcorcón, Alcorcón!" mientras escuchaba por la radio el inconcebible desastre (juro que yo estaba convencido de que el Madrid, aun sin jugar a nada, iba a echar mano de su casta y su orgullo para remontar la eliminatoria) sufrido por Raúl, Kaká, Higuaín y el resto de la banda. Tanto disfruté escuchando cómo los próceres albinos de la SER narraban la hecatombe, que me arriesgué a bajarme al bar para presenciar por televisión el último cuarto de hora de partido, sabedor de que era poco menos que imposible que en apenas 15 minutos los de Pellegrini marcaran los 4 goles que necesitaban para forzar la prórroga. Lo que ví en aquel establecimiento atestado de madridistas taciturnos y cabizbajos y simpatizantes culés enfervorizados, fue a un Real Madrid hecho pedazos, enfermo de impotencia y rebasado por un Alcorcón disfrazado de Villarreal al que sólo ese psicópata balompédico llamado Pepe conseguía frenar. Lo dicho: disfruté como un enano. Con permiso de los enanos. Y con mis disculpas y mi pésame para mis amigos merengues.

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