Deber cumplido



Tal como decía en el artículo anterior, anoche experimenté una serie de sensaciones ultrasatisfactorias que me condujeron a las inmediaciones del orgasmo deportivo. Lo del partido del Barça ante la "Cultu" (diminutivo de la Cultural Leonesa), bien pensado, podía haber resultado algo tan grotesco como lo del Madrid ante el Alcorcón, pero, no nos engañemos, ni los leoneses tienen el nivel de los alcorconeros, ni nuestro Barça es capaz de jugar, ni aun proponiéndoselo, tan mal como lo hizo el Madrid. Guardiola presentó una alineación de consenso, predispuesta a contentar tanto a los futbolistas que sólo cuentan para la Copa como a los aficionados que consideramos este torneo igual de significativo que los otros. Así, junto a los ya sabidos Pinto, Bojan, Maxwell, Jeffren o Dos Santos, el míster alineó a Puyol, Alves, Iniesta y al goleador Pedro, que tanto vale para un roto como para un descosido. Tras un primer tiempo más bien olvidable, que hacía presagiar un 0-0 que, en cualquier caso, hubiera hecho bueno el 0-2 de la ida, los culés empezaron la segunda parte con las orejas calientes a causa de la previsible reprimenda de Pep, y, una vez subió al marcador el primer gol a cargo de Bojan, los chicos de la Cultural parecieron venirse abajo y rendirse a la evidencia de que se enfrentaban nada más y nada menos que los Campeones de Europa, que de repente volvían a jugar como los mismos ángeles y a mostrar un apetito que parecía saciado en los partidos precedentes. Las subidas de Alves se complementaban con las de Maxwell, Busquets hizo de Xavi, Iniesta hizo de sí mismo pero a más revoluciones que ante el Rubin Kazan, Puyol estuvo soberbio, Márquez la pifió menos que en sus últimas apariciones, y Bojan demostró que sabe aprovechar como nadie las pocas ocasiones de que dispone. Durante unos gloriosos diez minutos, aquello fue un espectáculo (también en las gradas, donde unos hinchas algo cachondos enarbolaban pancartas del tipo "Força Alcorcón"), hasta que Guardiola se descolgó con algunos cambios más bien innecesarios. Que le diese descanso a un inconmensurable Puyol que se había dejado la piel en el campo y, de paso, le concediese media hora al muy prometedor Fontás me pareció perfecto. Pero ¿a santo de qué tuvo que sacar a Xavi y a Messi? ¿Para que se lesionaran en alguna acción fortuita? ¿Para minar la confianza en sí mismos de los jóvenes que tan bien lo estaban haciendo y que por fin disfrutaban de su noche de gloria? No sé, me resulta incomprensible, admito explicaciones del Más Acá o del Más Allá. Por suerte, todo acabó bien, y, como dice el refrán, "Bien está lo que bien acaba". A partir de ahora, un descansito por el parón causado por los compromisos de las selecciones nacionales, y a rezar para que el virus FIFA no nos cause ningún disgusto. Claro que, para disgustos, los de los socios merengues, a los que tanto merengue se les empalagó de mala manera...

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