Tercer asalto
Cuando Joan Laporta abandonó la presidencia del Barça en junio del año pasado, el bueno de Pep Guardiola quedó terriblemente expuesto. Laporta tenía su buena colección de defectos, pero se partía la cara por el barcelonismo, un día sí y otro también. Desde entonces, la actitud de Sandro ha sido más bien discreta, cuando no directamente invisible. Es decir, ante las reiteradas provocaciones de Mourinho y la prensa madridista, ha sido el propio Guardiola quien ha tenido que hacer de paraguas y de pararrayos. La explosión de ayer en la ya famosa rueda de prensa mostró por fin el lado más vulnerable del técnico culé, lo cual es bueno y es malo a partes iguales. Es bueno porque ya iba siendo hora de que alguien replicase al portugués utilizando sus mismas armas, pero malo porque la elegancia y la cortesía han perdido uno de sus más ilustres adalides. Por lo demás, hoy tiene lugar el tercer round de este combate a cuatro asaltos, este Clásico hiperdesarrollado que ha llegado para el Barcelona en el peor momento posible. Mientras que los blancos han mejorado en su juego y han visto crecer su moral como la espuma, los culés andan en cuadro por culpa de las lesiones y la enfermedad, y, lo que es casi peor, en una crisis goleadora de lo más preocupante. Villa parece peleado con el gol, Pedro no ha vuelto a ser el mismo desde su última lesión, e incluso Messi no aparece con la puntería y determinación que debería. Así pues, estos cuatro clásicos resultan más igualados que nunca, y las bravuconadas de Rosell vaticinando otro 5-0 han quedado en evidencia. Sinceramente, me temo que el Madrid es favorito para el choque de esta noche, y no sólo porque juega en casa, donde la hierba crece más alta que en ningún sitio. El Barça está muy tocado, física y anímicamente, y es ahora cuando Guardiola, además de protagonizar rocambolescas ruedas de prensa, debe dar la talla como líder y como psicólogo.
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