De verdad que entiendo a Mourinho. Entiendo sus razones, pero no justifico sus planteamientos. Soy el primero a quien le gustaría no haber tenido que ganar así, jugando, como de costumbre, contra 10, y lograr una victoria algo deslucida por la polémica; tampoco me gustó el haber ganado así en Stamford Bridge, aunque, claro está, también lo celebré. El Barça se caracteriza por plasmar sobre el campo un juego brillante, veloz y audaz, y tener que agradecerle a un árbitro una ayudita no solicitada me entristece como al que más. Pero nada de lo dicho cambia el hecho de que el Madrid de Mou salió, en su templo sacrosanto, a defender un empate a cero, únicamente con el objetivo de no dejar jugar al Barcelona. De verdad que hubiera deseado que los 90 minutos hubiesen acabado jugando 11 contra 11, o al menos que los dos golazos de Messi se hubiesen producido antes y no después de la expulsión de Pepe. Pero las cosas son como son. Tamb...
¡Qué decepción! Tras una pretemporada en la que no había perdido ni un solo encuentro (dos victorias, ante el Olot y ¡ups! ante nada menos que el Real Madrid) y dos empates (ante el Manchester City de Guardiola y el Milan), llega la presentación oficial del Fútbol Club Barcelona en su feudo (provisional) y con el primer título (menor) en juego (el trofeo Joan Gamper), y poco que menos que hacemos el ridículo al perder por 0-3 ante el Mónaco, un rival que a priori parecía de lo más asequible. De un plumazo se borraron las buenas sensaciones que había causado el Barça de Hansi Flick durante la gira americana, basadas en la presión alta, el desparpajo de los jóvenes y agresivos jugadores, la solidez defensiva y la aparente buena forma física, y al final parecía que habíamos vuelto a los viejos tiempos de Xavi o, lo que es aún peor, del Tata Martino… Jugando con prácticamente los mismos que tan bien lo hicieron ante el Milan, el juego fue horripilante y el resu...
Cuando mi amigo Eugenio me dijo que teníamos unas entradas en la segunda fila para el Hércules-Barça, me alegré muchísimo. No sabía que la barrera de protección nos iba a impedir ver las líneas del campo, ni mucho menos que durante el partido íbamos a tener plantado delante nuestro a un guardia de seguridad, por cierto bastante cachondo... El día había empezado ante una tostada y el diario "Sport", la biblia del buen culé. A continuación, un tren me llevó hasta Alicante, mi adorada ciudad natal, a la que no acudía en calidad de hijo pródigo vuelto del exilio, sino como hincha del mejor equipo del mundo, el Fútbol Club Barcelona. En otras palabras, por mucho que un servidor hubiera nacido en Alacant, ni intentándolo hubiera podido desear que el Hércules derrotase al Barça. Nada más llegar a Alicante, me dirigí a la calle Mayor, donde, con fachada principal que da a la calle Altamira, se halla el Hotel Amérigo, al que recién acababan de llegar los futbolistas catalanes. M...
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