Castigo a la prepotencia

¿Por qué debería privarme de declarar públicamente ésto? La de anoche fue una de mis noches futbolísticas más felices, casi tanto como la del alcorconazo, aunque, lógicamente, algo menos que la del 2 de Mayo de 2009 (el 2-6 del Bernabeu). Yo hasta hace poco tiempo juro que no era así. Simplemente era del Barça y el Real Madrid no me gustaba. Pero últimamente la prensa madridista y los aficionados merengues en general han criticado tanto y tanto al Barcelona, han deseado tanto desequilibrarlo por todos los medios y han puesto tan en tela de juicio los seis títulos conseguidos en la pasada campaña, que lo que siento por ese club, esa prensa e incluso algunos de sus seguidores más belicosos va asemejándose cada vez más al desprecio… rayando, en algunos casos, en el odio más visceral. Florentino y toda su cohorte de merengones trajeados no han sido capaces de asumir que los tiempos han cambiado, que ahora su equipo no es la seña de identidad del Régimen y que no por tener un montón de copas cubriéndose de polvo en su museo son los mejores del mundo. No han sabido darse cuenta de que dilapidar cientos de millones de euros en un solo verano no significa construir un buen equipo, y mucho menos alcanzar la excelencia futbolística. Todavía, el pasado martes, ese impresentable de Sergio Ramos se jactaba de que iban a ganar al Olympique de Lyon por 3-0. Los propios jugadores del Olympique han confesado que esa actitud infantil, agresiva e irrespetuosa de los madridistas les motivó aún más. Tanta chulería, tanta prepotencia, tanto orgullo mal entendido, tanto desprecio por sus rivales, tanto cagómetro y tanto villarato tenían que tener un justo y merecidísimo castigo. Ser nuevamente eliminados de la Champions League, caer en octavos de final por sexto año consecutivo y hacer el ridículo ante el mundo entero es incluso menos lesivo de lo que se merecen.

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