Debut liguero

Presentía que ayer sería el día. Si había una persona sobre el planeta que necesitaba un gol más que respirar... ése era Zlatan Ibrahimovic. Y, por fin, marcó... Durante los largos minutos que transcurrieron hasta que el sueco materializó su primer tanto azulgrana (tercero de la jornada), llegué a pensar que el fichaje más caro de nuestra historia era un bluff tan grande que en el mercado de invierno íbamos a tener que regalarlo o, como mucho, venderlo a precio de saldo. A mí Zlatan me cae bien, pero en estas semanas que lleva en Barcelona, a menudo parece una especie de armario que cuesta mucho de mover y ubicar en el lugar correcto. Lo digo con cariño y estoy seguro de que él es quien peor lo pasa. O lo pasaba hasta anoche; espero que, una vez abierta la lata, los goles le ayuden a rentabilizar su talento. Ojalá que la insistencia de Pep con Dmitro Chygrynskyi esté justificada y no tengamos luego que maldecir el día en que tuvimos que memorizar la grafía de tan exótico apellido. Maxwell, por ejemplo, es más fácil de escribir y el juego de este chico puede ser la alternativa que necesitábamos para la banda izquierda; más rápido y ofensivo que Abidal, hace menos faltas y, por tanto, recibirá menos tarjetas. Esperemos que se recupere pronto de la incidencia de su debut en Liga. ¿Irá finalmente Ribéry al Madrid? Lo de este mercenario caricortado ha sido el culebrón del verano. Este sí que me cae mal, incapaz de decidirse entre el arte y la pasta. Ojalá le hubiéramos hecho firmar un compromiso vinculante nada más acabar el partido de vuelta de la Champions con el Bayern, cosa que Valdano y Florentino sí le habrán obligado a hacer ahora, de cara a su fichaje el año que viene. El Madrid (con ese respeto que siempre intento manifestar hacia mis amigos madridistas) me produce cada vez más repugnancia, más desprecio. No fomenta la cantera, ni siquiera se trae a jugadores más o menos relevantes y hace que su talento termine de eclosionar en el Bernabeu. Lo que hace, como un enorme y depravado pájaro de presa, es sobrevolar los campos en los que ya corren las estrellas consagradas y entonces, a golpe de talonario, se los arranca a sus legítimos “propietarios” y los arrastra a una vida de dispendio y derroche. ¿Y a éso lo llaman deporte?.

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