El pasado sábado, Xavi Hernández anunció que abandonará el Barça al término de la presente campaña. No lo hizo en frío, sino tras la sorprendente derrota ante el Villarreal. Sorprendente no porque perder no entre dentro de la lógica de cualquier deporte, sino porque se perdió jugando mal y luego bien y luego nuevamente mal, que es lo que está haciendo el equipo durante los últimos meses. Este Barça de Xavi, que la temporada pasada ganó con solvencia la Liga y la Supercopa, nos ilusionó a todos durante el verano con algunos fichajes de relumbrón, sólo para empezar la competición con una desconocida fragilidad defensiva, encajando uno tras otro un sinfín de goles que hace un año hubiera sido imposible encajar, además de una inesperada incapacidad goleadora que ninguno nos esperábamos. Si no marcas goles pero te los marcan con facilidad, si no controlas los partidos desde el principio y no sabes cerrarlos cuando vas ganando, es lógico pensar que las cosas te van a ir muy, pero q
De verdad que entiendo a Mourinho. Entiendo sus razones, pero no justifico sus planteamientos. Soy el primero a quien le gustaría no haber tenido que ganar así, jugando, como de costumbre, contra 10, y lograr una victoria algo deslucida por la polémica; tampoco me gustó el haber ganado así en Stamford Bridge, aunque, claro está, también lo celebré. El Barça se caracteriza por plasmar sobre el campo un juego brillante, veloz y audaz, y tener que agradecerle a un árbitro una ayudita no solicitada me entristece como al que más. Pero nada de lo dicho cambia el hecho de que el Madrid de Mou salió, en su templo sacrosanto, a defender un empate a cero, únicamente con el objetivo de no dejar jugar al Barcelona. De verdad que hubiera deseado que los 90 minutos hubiesen acabado jugando 11 contra 11, o al menos que los dos golazos de Messi se hubiesen producido antes y no después de la expulsión de Pepe. Pero las cosas son como son. También deploro la tangana que se formó en el tú
Mal empezamos. Siento decirlo con tanta brusquedad, pero las sensaciones que me quedaron tras la derrota de anoche, con expolio del “trofeu” Joan Gamper incluído, no fueron demasiado positivas. Entiendo, por una parte, las apreturas de Guardiola, que dispone de una plantilla demasiado corta para la larguísima temporada que se avecina y da por hecho que va a tener que tirar de un sinfín de jugadores del filial, a los que no es lo mismo probar en un partidillo de entrenamiento que en un choque de verdad. También sé que pensaría que a todos esos cachorros les estaba haciendo un favor permitiéndolos “lucirse” en un Camp Nou lleno casi a rebosar. Pero el resultado final fue que, ni haciendo coincidir, en la segunda parte, a la mayoría de nuestras estrellas más rutilantes (Ibrahimovic, Messi, Alves y Piqué), fuimos capaces de marcar siquiera un mísero gol, algo inaudito en la historia de un Gamper que voló a tierras británicas. Que sí, que hubo destellitos de buen fútbol, que estamos todavía
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